Sólo tú, en la dimensión
que no muere.
Teniendo vida de siglos,
sigues infiltrándote
en cerebro y corazón,
tan joven o gastados
como esten.
Eres amor que llega,
desde cualquier puerta
y, por cualquier razón,
te quedas a vivir
la vida larga y buena
que siempre pertenece.
Puedo mirarte
a través de los niños,
forjadores de sueños,
en pupilas alegres
de jóvenes creyentes,
en esa paz madura
del ser que ya ha crecido
lo suficientemente
como para sentir
la bendición contínua
del amor permanente.
Eres el amor:
ese que cura y salva,
ese que alegra y plena,
ese que da el vivir
feliz tan llanamente.
El que llega a la casa
y abre todas las puertas
de corazón y alma
sonriéndole a la vida
desde cualquier ventana.
Si, tu eres el amor,
¡que alguna vez llegara!