Entre los ayes,
que se escriben siempre,
y el tornar a la luz,
que siempre espera,
es juntar en el bolso
las creencias
de una paz, en la paz
que nunca fuera.
E cernir en la arena
las torpezas
que juntan cielo y tierra
en las mareas,
concebidas gritando,
tras la pena
de ese ser o no ser
que siempre apremia.
Descolocar miserias,
y entre tanto,
sonreir a menudo
en el letargo
de esforzar peticiones
que parezcan
lo que nunca tendrás,
según merezcas.
Entre los ayes,
que se escriben siempre
y ese fortuito andar
en lo vivido,
esta lo mismo que pides
al destino,
en sensiblero alarde
de estoicismo,
volviendo a merecer
contar los ayes
para dar un ejemplo
a lo que ha sido:
un nostálgico brindis
pretendiendo
brindar por mi ayer
que nunca ha sido…