En nuestros lares
mucha nube y poca nieve.
Absoluta tranquilidad
plenando el río
con sus ráfagas pequeñitas
ondulando las figuras
de las aves que cruzan.
Los pericos de ayer,
retornando al mismo árbol
en frente de la casa.
Y el árbol,
se mira sin las hojas
que le sirvan de abrigo
a los amados cantos.
El camino está solo,
tendiéndose a lo largo
de la orilla que cruza
nuestros ya viejos lares.
La soledad
preña de circunstancias
el diario pensamiento.
Mientras,
las aves pasean
desplegando las alas
que las llevan de vuelta
a senderos trazados.
Los árboles del río
se miran las promesas
de brotes en el agua
que, agitada, navega
rauda, rauda…
En nuestros lares
la quietud vino a entrar
un himno,
a la esperanza,
vagando sin vagar
entre las ramas,
se quedó musitando
la esperanza,
de otros días iguales
plenando nuestras almas.