En no sé qué de cuentos,
en no sé qué de calma,
lograron nuestras rutas
encontrar nuestras almas.
Una toda sonrisa,
otra toda callada,
argumentando sueños
para lograr la fragua
de dos almas urgiendo
cada luz, cada flama,
urdiendo las sombras
que, alguna vez, marcaran.
Y fue así, como en sueño,
nuestras sonrisas francas
lograron amarrarse
tendiendo la esperanza
como una gran cobija
que, al final, arropara
los sueños que tendimos
sobre lo que faltara:
sonrisas para abrazos,
que siempre cobijaran,
esos sueños vividos
sin angustias o lágrimas.