En mi nada
de que hacer los días,
me pregunto incesante,
en la vigilia,
sobre el tiempo perdido
y las distancias
que, cada vez más largas,
me prodigan.
Esa nada implacable
de los tiempos
que te lleva, sin ancla,
a la deriva…
Duermes para soñar
en un pasado
que aún sigue presente
y todavía,
espera un esperar
que nunca acaba
mientras más sueños dulces
multiplica.
Vives el tiempo autónomo
en la zafra
que regala los frutos
de alguna fe perdida,
y te sigues buscando,
trashumante,
sólo para encontrarte
sorprendida:
con los años pasados,
las querencias,
las tenencias inútiles,
la vida…