En mi añoranza
por los tiempos idos,
por lo que no he tenido
y, quizá, no tendré;
abro caminos
que me son distintos,
oigo el oleaje
de mi mar de ayer,
escondo en mis orígenes
mis predios, y así
sin tener más remedio,
hurgo en los frutos
que, tal vez, perdí.
En mi añoranza
de la fe perdida,
de lo que da la vida
sin saber por qué,
desencadeno
mi ulterior ultraje:
irme de mi sin mi,
hurgando en mis paisajes
las amadas distancias
que viví.
Y remembrando
lo que fuera aciago,
lo que fuera mundano,
y no supe enfrentar,
me quedo sola
en mi quietud de ola
que, una vez en la playa,
se despide del mar.