En la quietud sonora
de la brisa
las ramas bailan
a tono con el vuelo
de la mágica danza
de las ramas
henchidas del placer
de estar atadas
al compás,
entre canto de pájaros
y rondas de altos vuelos.
En la quietud sonora
de la tarde,
el canto se acelera,
haciendo alardes
de una u otra canción
desde las ramas
de los tupidos árboles,
y, a mansalva,
rodean danzarinas
las alas del paisaje,
y alegres mariposas
inventan fantasías
y dan ritmo a sus bailes,
tal vez por la añoranza
de algún nuevo mensaje,
que se perdió en la brisa
tras la luz del paisaje…