En esos lugares
inconexos
absurdamente lejanos,
tan ajenos
que nadie osaría
reclamar,
se pierden
día a día
y sin historias,
las muchas almas
que colman
la perpetuidad
del Universo.
En esos lugares
vetados
por aquellos que tienen
el uso de la razón
permanente,
yacen los miserables
sin futuro.
Sin que nadie
los llame,
sin que nadie
recuerde
el tiempo de haber sido.
Con las manos mugrientas
y las almas vacías,
taciturnos,
y débiles,
para la propia historia,
se adormecen
soñando
sobre un mundo perdido
detrás de candilejas:
moratorias de vida,
elixires antiguos,
visiones, ostracismos,
olvidos y vigilias,
permanentes y estériles.
En esos lugares
absurdos, inverosímiles
sufren los perseguidos
del olvido y del hambre,
sin retomar sus sendas.