Hoy tuve tanto miedo
que olvidé las razones
para no tener miedo.
Me cobijé de fuerzas
para darle la espalda
a las tristes razones
que, en sueños,
me postraban…
Urgué en el infortunio
sin hallar los precarios
de las penas calladas,
instando al sacrificio
de no pensar en nada.
Olvidar las penurias
y mantener altivos
ese don de encontrarse
siempre con uno mismo
y todas esas culpas
de ser como sentimos.
Hoy tuve tanto miedo
que escapé de mi misma
sin sentir la nostalgia
de divagar sonámbula…
como barca sin dueño,
sin destino, ni amarras.
Y, me persiste el miedo,
estoico y en guardia
mirándome y sonriendo.
Hermana, el miedo, nuestro peor enemigo, muchas veces sonríe con la idea de alienarnos, de convertirnos en lo que menos deseamos. Y es así, tal como lo manifiestas. Tu pluma es, a veces, más pincel que tinta para plasmar tu emoción.
EXCELENTE!!!