Donde van y se duermen
enjutas madrugadas,
tus ojos taciturnos que vigilan,
las aguas mansas corren
sus tristezas perennes;
y nubes parturientas
marcan ecos pequeños
en pos de las calzadas.
Donde van y se duermen
las hondas cicatrices
de los cuerpos curtidos,
quebrando la nostalgia:
largas como alaridos,
ciegas como las ansias
perviven los recuerdos
tristes como las lágrimas.
Donde van y se duermen
las canciones de antaño
tendidas en las ramas
del olvido perenne
crecen de tiempo en tiempo
la magia del recuerdo.
Por eso, nuestro júbilo viene
con nuestra pertenencia,
nuestros días de ayuno
vienen con su cuaresma.
Allá quizás tengamos,
después de la cuaresma,
esa Misa de Pascua,
y esa mañana eterna.