Dios, Dios, Dios
¿por dónde andas?
si hasta en Jerusalem
sufren las almas
y las malsanas guerras
no estimulan
más que la triste muerte
sin futuro.
Los desterrados huyen
de sus propias regiones,
la hambruna se aglomera
por calles y rincones.
La perversa ignominia
grita su día a día,
la libertad se encoge
con sus manos vacías.
¿Por dónde andas Dios?
¿Por qué cierras las puertas?
¿Por qué van tantos niños
vistiendo sus flaquezas
cuando hay tantos manjares
haciéndose en las mesas
de aquellos que te claman
mientras matan tu esencia?
Dios, si eres para tantos,
¿por qué tan pocos tienen
sus barcas tan repletas?