Desde todos los principios
de mi alma,
desde todos los designios
que consagran
este débil tratado
de esperanzas,
miro volar
las pocas ilusiones
que quedan en mi bolsa
de añoranzas.
Desde verme partir,
y, en mi llegada
a otra fugaz arena
que, desde el mar
me ata,
miro la espesa nube,
que me sigue,
persiguiendo mis pasos
en tus aguas.
Desde que ya no se
de tus tertulias
y ya no me acarician
tus miradas,
prescindo, sin querer,
de tanto esfuerzo
para hacerte saber
lo que me pasa,
si mis horas se tornan
mansas, mansas,
siguiendo tu silueta
antes del alba.