Desde que no estoy,
las nubes no suscriben mi nombre
haciendo sus piruetas
simplistas y libérrimas.
Desde que no estoy,
ni siquiera las hojas me recuerdan
en su viaje sinuoso
hasta la tierra.
Desde que no estoy,
las tormentas,
apegadas al rayo, no demuestran
la soledad de mi que las despliega.
Desde que no estoy,
sucumben las mareas
con su ir y volver sobre las playas
tan lánguidas y audaces,
como siempre,
en su querer besar otras riberas.
Desde que no estoy,
cruza tan diáfano el vuelo de las aves
que ayer viera,
hacia la misma ruta que siempre perfilaran,
hacia el mismo verdor que siempre las cubriera.
Desde que yo no estoy,
ya no hago falta
en el siempre mirar de las estrellas.
Desde que yo no estoy para cantarle,
el mundo traza vueltas
y más vueltas,
sin recordar mi canto que le canta
a la vida que emana del planeta.
Desde que no estoy,
soy una gota,
tratando de encontrarse
con su huella.