Desde la tempestad de mi refugio,
esos mismos refugios se acicalan
impidiendo promesas y palabras
en un desfallecer, sin sentir nada,
que regrese a la calma
de mi almohada.
Desde esa tempestad que se incomoda
aletargando horas, en su zafra,
me propongo esgrimir todas mis armas,
en líneas tan directas como amargas.
Y es que no se vivir sin tus palabras
a pesar del deseo y las distancias.
Pareciera añorar las horas largas,
la beatitud del cielo, mientras labra
una y otra respuesta, ya archivada.
Así evado las horas, susurrando
que me voy de tu vida, naufragando,
en ese deshacer de canto y ola,
buenas para las horas del letargo.