Los pasos en la sombra te seguían,
las palabras oscuras te clamaban,
los dolores de siempre te buscaban,
no hallando a tu dolor, la medicina.
Dolientes soledades aguardaban
dar a los huesos su final descanso
y un rechinar de dientes sopesaba,
la rabia renacida en el fracaso.
Clamaban las dolientes soledades,
paz para la furtiva vespertina
que vio parir en luchas clandestinas,
las tumbas escondidas que buscamos.
Llorar, clamar, eterna pesadilla
cuando llegó tu abrazo, dando vida,
a la esperanza hundida en el costado.
Y fue tu paso airoso reclamando
a otro paso seguro que, excavando,
devolvió de la tierra
los rostros que añoramos.
Ahora están nuestros muertos
donde deben
dormir para nosotros los que amamos.