Deletreando perdemos al mundo.
No llegamos a leer realmente
todo el significado.
Perder el mundo es mucho mundo
para poder perderlo.
Deletreando un mundo que perdemos
no llega la conciencia
a ser conciencia.
Perdimos la batalla.
Disfrazados de audiencia
asistimos al acto
de la lectura diaria.
No, no leemos nosotros,
leen otros.
Nuestra conciencia,
tranquila y cabizbaja,
asiste a las prebendas.
En este deletrear,
perdimos el sentido de la realidad.
No, el mundo no es tuyo,
no es mio, no es nuestro.
El mundo pertenece a otros,
el mundo les pertenece.
Ellos son los dueños del barco
y del naufragio.
Y nosotros, silentes,
asistimos al acto.
Ellos son los cultores
de noticias y prensas,
una generación superior,
un gran operador de la conciencia.
Mientras nosotros deletreamos
ellos escriben, publican,
dividen, suman,
multiplican y restan.
Alguna vez
aprenderemos a leer,
sin hacer caso omiso
a la conciencia,
que, alguna vez,
ocupará el espacio
que ocupaban el ocio
y la impotencia.