De repente:
triste, triste, triste
se puso la tarde.
El sol, en su ocaso,
se marchó a otros lares.
El río, cansino,
con sus crestas suaves.
Y, arriba, las nubes
jugando a marcharse
se juntaron todas
en un blanco triste,
sin ningún contraste.
Y así, sola y triste,
decidí quedarme
escribiendo versos,
que leí más tarde:
mi boca cerrada
en afán constante
de seguir las líneas
que indicó la tarde.
Todo triste y todo
silencio y mensajes,
que enviaba la brisa
en impulsos suaves.
Y no se que tienen
esta triste tarde
que así, de repente,
quiso acompañarme…