Estoy aquí de nuevo,
ante la vieja casa
mirando cicatrices
donde antes no había llagas.
La brisa y la ventana
siempre se reconocen
como viejas amigas,
entreabriendo las puertas.
Ella sopla y se mete
entre los escondrijos
y la ventana vence
sus ultimos quejidos.
Pasillos y paredes,
patio central, las plantas
que niegan el morirse
cuando el calor abraza.
Apropiarme de todos
los detalles pasados,
revivir la constancia
multiplicada en habitos,
la risa, el compromiso
de los encuentros diarios.
Cocina: olor y manchas
con su almanaque viejo.
Cafetera de peltre
con su piel de maltratos,
los canastos, las viandas
y la ristra de trapos.
Y este sol de Cuaresma
iluminando el patio,
comprendiéndolo todo.
Redoblando mis rizos
con el calor que cargo,
y callando, a su modo,
la ineptitud que traigo
para hacer cualquier cosa
que se parezca a un cambio.