Cuento Triste
Cuento Triste

Cuento Triste

Hubo una vez,

teniendo la certeza del ser,

una hormiguita,

como nadie,

segregacionista solitaria.

Con un ego tan grande,

que pensaba

triunfar en toda lid,

solo teniendo

su férrea voluntad

y la porfía

de ser así, por sus merecimientos,

mostrados muchas veces en proyectos,

o en cuanta causa abrazara

de por vida.

Así fueron los años transcurridos,

toda sus fortaleza aniquilando,

sin que hubiese la ayuda,

el despilfarro

de dejarla de ver,

viviendo a diario

con toda su nefasta

y obstinada vigilia,

por ser ella la mártir,

ella la más sufrida.

Ella que,

con mostrar a todos

lo inconmensurable

de su voluntad de hierro,

quedaba siempre encajada

en sus merecimientos,

que no mirara nadie

más que ella

¡y siempre en solitario!

 

Afuera de su afuera,

la pequeña visión

era vista cada hora

con la regulación

de sus propios horarios,

sin que ninguna hermana

se atreviera

a romper su adicción

de hacerlo todo,

¡y siempre en solitario!

 

Así fue, nuestra hormiguita

envejeciendo sola,

claudicando,

a estar en compañía,

compartiendo pesares o cansancios…

 

¿Final feliz

porque todo lo logró?

 

No se,

por el contrario,

daba pena mirar

a la enanita sola

sobre una hojita seca

todo el río cruzando.

Aquellos que lo heredaron todo

gracias a su trabajo,

su energía, su valor,

sin más preámbulos

que el solo cuestionar

su gran cansancio,

la dejaron muy sola

cuando necesitaba

un cambio, una palabra,

alguna ayuda, un beso,

tal vez la sugerencia

de un abrazo.

 

Sus hermanas,

de tanto no indagar,

la fueron ignorando

e ignorada quedó,

mientras marchaba

la pequeña cajita

con sus restos

cruzando el lento río del ocaso…

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