Para parir un héroe
hacen falta dos seres
consumiéndose en uno
como una roca viva.
Por eso,
cuando nace un héroe
se apoya en los brazos fuertes del padre
y late en el pecho de la madre.
Los hombres paren héroes y los alzan.
Las mujeres paren héroes y los abrazan.
El hombre piensa con la mente del padre
y siente con el corazón de la madre.
Cuando se pare un héroe
se hacen nombres
buscando entre los cantos de los pueblos
algún indicio para el elegido.
Se amazan con las lagrimas de tantos
que murieron por él,
y, siendo héroes,
legaron sus cenizas para siempre.
Es que moldear un héroe no es tan fácil,
cielo, luz, universo,
se funden en la imagen
de un momento infinito,
único, trascendente.
Cuando ese corazón inicia sus latidos,
hasta la eternidad le brinda un homenaje.
Entonces, nace el héroe que sentimos
caminar por los ríos
de nuestra propia sangre.