En el viento, las hojas
moviéndose ligeras,
susurraban los versos
de la historia primera,
cuando nació la vida,
se formaron los troncos
y extendieron las ramas
que nos enseña el árbol
en un mostrar intenso
de música y de garbo.
En el azul, los pájaros,
en la cháchara diaria,
volaban y cantaban
al sol, y a esa brisa,
quien les hacía ligeros
los viajes hasta las ramas.
El canto, a toda prisa,
incendiaba de vida
los pasos y las ganas.
En el río, las aguas,
como un espejo cálido
tomaba los reflejos
de la vida y del sol,
del viento y sus hazañas,
de la quietud que brota
cuando todo se calla
y todo se suspende
de la acera a las aguas.
Y, mientras las corrientes
favorecen los cantos:
hay sol, hay alegría,
hay confesión de años,
entre la ola que huye
y la arena que aguarda,
la caricia que llega,
la humedad que la baña.
Es todo transitorio
omnipresente, eterno,
en el largo discurso
de la Tierra y los astros…