El río corre que corre,
las aves, vuelan y vuelan,
las espigas no se marchan,
pero se unen a la fiesta.
Danzan, danzan, danzan
con un baile turbulento
cuando emergen los compases
de las sonatas del viento.
Los altos árboles miran,
meciendo también sus ramas
y aquí y allá se oyen trinos
tempranito en la mañana.
Mientras tanto, voluptuoso,
el sol mira entre las nubes,
brillando en el claro día
entre marrones y azules.
Es un día de esos días,
cuando el soñar se impone,
cuando se olvidan las penas
y se recuerdan
las gratas sinfonías
de la espera.