Callados,
asistimos juntos
¡al desastre!
Sobre nuestras cabezas,
rumiando los propósitos,
vuelan y multiplican
los tan soñados sueños.
El silencio se trepa
por entre los escombros
y hace muecas,
y muecas,
a las que no respondo.
Ya lo que pertenece
se pierde en el silencio.
La pertenencia,
es y será siempre etérea.
Nosotros le pusimos
cintas rojas,
¡y no deben pesar las diferencias!
¿El hallazgo de hoy?
es la propia fragilidad,
¡interponiéndose!
No somos lo que fuimos
al principio
de nuestro propio tiempo.
Sin embargo,
saboreamos mil veces
deseos que forjamos,
garantizamos mal
las garantías
que dieron por nosotros
otras almas.
Las nuestras:
siguen hoy de pie,
hurgando cuántos éxitos
nos quedan todavía;
y cuántas ganas
de encontrar saludos.
Ante la inmensa puerta
del desastre
brilla una llave única
brindando la salida.
La miramos con miedo
y sonreímos:
¡nos falta ya muy poco
para la gran partida!
Callados,
asistimos al desastre
que alguna vez
¡nosotros construimos!