En ese estar de siempre
que no perece nunca:
eliminando fábulas,
hablando sin palabras,
para ahuyentar mi musa;
y, queriendo privarme
de lo que sigue y busca,
cierro los ojos, callo,
le pregunto a la vida
qué trajinar me toca
sin usar mis heridas
o mis últimos vuelos
y próximas caídas.
Aquí estoy, y, rondando
los recuerdos pululan
en un mar de marismas
y un río de aguas mansas,
que no perece nunca
y, truncándolo todo,
y olvidando premisas,
voy en pos de un futuro
tan pleno como nunca
de sueños ya perdidos
y ansias del ya nunca…
mirarme derrotada
por sueños no cumplidos,
por ansias no colmadas.
Aquí estoy, los pies juntos
para la gran batalla
de recorrer caminos
que alguna vez pisara
y, con mis hasta cuando,
que no llegan a nada,
renovaré la fé
¡si acaso me faltara!
Quizá pidiendo al tiempo
ese mundo tan mío
y ¡esa paz sin amarras!