Anónimamente paso
a mi segundo frente.
Es ancestral mi ala,
aquella, la de siempre,
sembrando en cada vuelta
su espuma y sus corrientes.
Vuelvo a ser la que va
nadando hasta el cansancio,
bordeando cada hora,
mirándome al espejo
de las más mansas olas,
llegada y zambullida
con el mismo esperanto,
cantando en mi premura
mi deseo y mi hallazgo.
Nacer en el delirio
del mar que siempre amo.
Ese, que cuando duermo
aparece meciéndose
entre las olas blancas,
con la quieta mañana
subiéndose al tejado.
Allá, donde se abrían
los recuerdos que guardo,
cuando iba por la playa
juntando conchas frescas
para un collar que luzca
el mar, en su regazo,
como mejor ofrenda,
al tiempo y a mis pasos…