Andariega como nunca,
se puso la brisa
hoy día.
Lanzó sus trenzas,
tan largas,
tan larcas, como podía.
Sus dedos largos,
tan largos,
peinaba sauces
y hacía
correr las ondas del río
tan veloz como podían.
Las hojas, en raudo vuelo
preguntaban lo que hacían,
cuando deseaban estar
tranquilas como podían,
resguardándole las alas
a los pájaros y al día.
Pero la brisa, andariega,
volaba más que corría
encontrándose en la noche
cansadita en su porfía.
Y aún no sé porque la brisa
toda esa prisa tenía,
llevando hojas y hojas
a través de cada vía…