Allá, del más allá,
la placidez del aire
envolviendolo todo,
como la gran cortina
para el gran espectáculo.
Sobre el cerro las nubes
juegan a hacer siluetas.
Rayos de sol se filtran
iluminando a ratos.
Todo es luz y armonía,
desde la paz, que siempre,
envuelve los espacios.
El sol sacude
su melena de oro,
mientras huye al ocaso
cuando la noche avisa
su esperada llegada,
para contar sus pasos.
En tu balcón,
iluminado ahora,
vibra el color que emerge
cuando todos los rayos
despacio y entre nubes,
hacen su aparición
sin esperar aplausos.
Todo es quietud serena
y limpiamente hablando,
tú, frente a esta ciudad
y frente al gran coloso,
que vigila la urbe,
quedas así, flotando,
en el cálido abrazo.
Sólo mirar y absorber
los momentos brindados
y sólo respirar
cuando el astro se oculta
enumerando ahora
todos los ¡hasta cuándos!,
todos los ¡hasta siempre!,
de las pasadas horas
y ¡los alegres pasos!