Alguna vez
hallé la poesía
flotando alegre
en el nacer del día.
La luz, el mar,
el patio, todo
amalgamando escenas
que clamaban
esas líneas discretas,
cualquier hora
o momento,
soledad, vigilia,
para el discreto encuentro.
Alguna vez
sentí tanta pereza,
que no quise escribir
los versos llamadores.
Fue así
como recónditos dolores
retornaron al alma,
en tonta empresa,
pues no puedo escribir
con mano diestra
mas que debilitadas
esperanzas
de volver otra vez
a los andares
que claman mis deseos
y mis ansias.
El día se largó,
tan a sus anchas,
como acostumbra hacer
después de la faena.
Alguna vez
en mí quedó el delito,
de no escribir los versos
que la tarde trajera.
Un poco tras la brisa,
lisonjera,
hablando de los viajes
y retornos,
hablando del amor
que se te entrega;
y sin llenarte
de gentiles sueños,
sin la musa de hoy,
mi voz certera,
se larga hacia los patios
de la paciente espera,
una vez y otra vez
sin mis quimeras.