Pudiste,
en la lujuria
de tu abrazo
quitarle la estrechez
a los temores
de amarme y entregarte
al mismo tiempo.
Pudiste,
no quemar
mis girasoles,
mientras me hacía cómplice
del miedo,
tendida entre tu espalda
y tu caricia,
al mismo tiempo.
Pudiste, tu,
o pudimos
los dos ganar
en el esfuerzo.
Emancipándonos así
de la dura tarea
de querernos,
sin dar tregua ni paz
al mismo tiempo.
Pudiste tu
o pude yo,
pero ninguno de los dos
persiguió ese final
de no perdernos.
Tu y yo
sin claudicar,
al mismo tiempo…