A través del espacio,
vocingleras,
cantan todas las aves
sus himnos y lamentos
en idiomas alegres
que transforman al viento
en lleva y trae de nubes,
que lleva y trae de cantos
a lo largo y lo ancho
del espacio y sus verdes,
del espacio y sus aguas,
del espacio y sus mieses.
Es cuando amaina el viento
cuando el sol más anima
con sus crestas ardientes
y en las sombras
se visten, vespertinos
mensajes y secretos
que apenas adivinas
a lo largo y lo ancho
de la gastada orilla.
Sólo mirando al tiempo,
con su prisa,
de abrazar a la noche
y sus premisas
en resoluto cambio
de sombras y de vuelos,
sueles llenar el alma
con los simples anhelos
de esa paz interior
que saluda tu pecho.
Entre cantos y sombras,
que cobijan,
va tu alma cediendo
a la rutina
de albergar a la noche
en tus orillas íntimas.
Es otro día marchando
hacia las sombras
el que despierta el alma,
y sus pesares
se vuelven más ligeros,
o más hondos
según marchen las horas
en sus tupidos lares…