Aunque las horas preñen
los límites del río
con las aguas fugaces
de un verso, siempre mío;
yo seguiré esperando
la vendimia y el frío
de un tiempo, siempre vano,
de un verso, siempre mío.
El hastío jugando
la renuncia temprana,
las ondas construyendo
el vaivén de las aguas;
y yo, aparte, sola,
por lo que no esperaba,
sigo tejiendo redes
con todas mis batallas.
Y, a pesar de mí misma,
de lo que no esperaba,
sigo así, inconsecuente,
liberando en las aguas
esa conquista triste
que, en su crecer, opacan
esos tristes abismos
que construí sin trabas
de mis tontas defensas
o de mi propia alma.