Es la bruma del tiempo
la que llega y te amarra
con sus voces de invierno
y su ansia de palabras.
Las miradas que callan,
los salmos que rezamos
cubriendo nuestras faltas,
con los sueños lejanos.
Ya no se que fronteras
se cuelgan en las páginas
conjugando los versos
perdidos en la zafra.
Son las horas jugando
a despertar tus alas
para el volar que quieras,
mirando la mañana.
Es el azul tendido
donde se mueve el alba,
arriba de los árboles
que circundan los techos
más allá de la playa.
Son las colinas verdes,
altivos rascacielos
jugando entre los techos
de las antiguas casas.
Son las voces de siempre
llamándonos al alba,
conjugando victorias
guardadas en el alma.
Es la brisa que pasa
y se lleva, jugando,
las nubes que surgieran,
adivinando largas
esperas que guardamos
desde la alegre playa.
Es la bruma de siempre
tragando nuestras lágrimas,
y más allá de todo
lo que pueda ocultarla
se crece en la vendimia
vestida de esperanzas.
Siempre a las 6 en punto,
justo alertando al alma,
se cruzan los revuelos
de las aves felices
en un latir de alas,
y las campanas repican
tratando de instarlas.
Y yo, que no consigo
borrarte de mi alma
vuelvo a sentir lo mismo
que sentiré mañana.