Y qué tanto te vas,
y qué tanto me dejas,
y qué tanto me olvidas,
si, en resumidas cuentas
me quedo donde estoy,
analizando cuentas.
Y qué tanto te obligo,
y qué tanto me obligas
a recibir las dádivas
que no sé si consigas
en este maremoto
de las supuestas víctimas.
Y qué tanto me amas,
y qué tanto suspiras,
mirando de reojo
las ganancias perdidas
en un dar sin tomar
siquiera las caricias.
Y qué tanto sugieres,
con tu romper de olas:
quédate para siempre,
mientras la flor deshojas,
o ¡márchate sin culpas,
sin penas y sin glorias!