Amo estar de pie
y en mis silencios,
completarme en la tarde
de algún lienzo,
mientras el río vaga,
se larga y se pasea
guiado por la alfombra
mullida de sus bordes,
tras la verde esperanza
de los ecos
que vienen y se van
según su tenue oleaje.
Amo perderme
sin estar huyendo,
reclamando recuerdos
que me embargan
y me brindan solaz
tras la jornada
plena de luz y sombra
en los destellos
de un sol que muda
el brillo de las hojas,
mientras copia las formas
de las nubes
sobre el suelo.
Amo sentarme
sin mirar tu rostro
presintiendo tus viajes
hacia lejanos tiempos
y adivino tu marcha,
descifrando,
si perdimos aquello
que fue nuestro,
y te siento, otra vez,
riendo satisfecho.
No, no perdimos nada
¡todo lo nuestro es nuestro!
la virtud de olvidar
siempre asegura
la plenitud vivida
en nuestros huesos.