Esos pájaros negros
que sienten la carroña
como la gran promesa,
y la devoran,
son como esos parásitos
difíciles de hallar
y de extirpar,
volando sin preaviso,
su rapidez sin culpas.
Llegan, se nutren
de los pocos cadáveres
que quedan,
y alzan vuelo otra vez
hacia otras fronteras.
Inútil el preaviso,
inútil la conciencia.
Esos pájaros negros
perviven en la culpa
que, sin querer,
nos llena.
Pues viéndolos volar,
con tanta zaña
no interrumpimos vuelos,
abusos, ni artimañas.
Esos pájaros negros
deben su libertad
a los silencios…