Debilitada, insomne,
trashumante,
viviendo mis eclipses
cada instante,
vuelvo a ser yo
sin voces ni estandartes.
Vuelvo a la vida:
insomne, irrevocable,
tendida, como siempre,
en mis andares,
a través de mi circulo
perenne,
aquietando mi furia
o mis pesares.
Antorcha sin arder,
que, por la tarde
mira el sol declinar
uniéndose a la noche
en sus locuaces
sueños que nunca son
y que nunca serán
más que latentes
pensamientos, querencias,
suposiciones, lastre…
Círculos que no mueren
ni van a alguna parte…
declarándose en huelga,
¡en lugar de ayudarme!