Tus vientos fustigan
las ganas de horadar
la propia playa,
y, sin saber yo como,
fustigas las palabras,
al cambiarlas.
Cuando la tempestad,
sin frenos,
aumenta las distancias,
formando remolinos
en mis ansias,
hago acopio de paz
para calcularlas.
Pero esa calma,
no te pertenece:
es la simple respuesta
¡a la ira que crece!
y luego se amilana
quizá por detenerme.
Y tus vientos fustigan
el hoy, ¡igual que siempre!
Sin percatar lo triste
de ese siempre: va y viene,
que conjura tus pasos
y a mis pasos detiene…