Deja mi amanecer
resplandecer tranquilo
como las aguas calmas
que acumulan los ríos.
Déjame, imperturbable,
reiniciar mis auroras
con el sol tributo
de revivir mis horas.
Déjame un viaje libre,
más allá del ocaso,
más allá de tus límites,
más allá de tus pasos.
Deja que vuele libre
hasta que el tiempo absorba
mis ahora y mis cuándos,
mis sueños y memorias.
Deja que todo vibre
al roce con mi vuelo,
para encontrar sonrisas,
abrazos y consuelos.
Deja, deja que surjan
de mí las noches buenas,
la alegría y el canto,
y la fe sin fronteras.
Y deja terminar
mis mejores audiencias,
hablando, sin hablar
a la luz de las velas.
Deja mi cielo claro
sin nubes y sin penas,
¡advertir el milagro
del cual me siento plena!