La vereda de mi vida
tiene esquinas enlazadas
un sol que perdura siempre
y alguna pena enquistada.
Un corazón que relincha
aún buscándose las ganas,
una canción que resulta
de alguna luna embrujada.
Un sol que amanece siempre
entre noche y alborada
preguntándose que pasa
cuando aún no pasa nada.
Una tristeza tan honda
que lleva siempre colgada
de un crucifijo de penas
que le aprieta la garganta.
Y aunque no quieras creerle
a las palabras que vagan:
siembro mi propia tristeza
en la tristeza que viaja
sobre un sueño que no tuve
¡y un dolor que siempre abraza!