Sin pedir nada a cambio,
sin trastornar premisas,
sin inquietud de alas
que avizoren mi prisa,
llego siempre a la mar
clamando mis pisadas
sobre la arena en ondas,
tras las olas que arriban
en su viaje de magias.
Sin esperar los versos
que añoraban la rima,
torno a mi mundo cálido,
mis mañanas sin prisa,
mi diálogo de alas
que alcanzan su rutina
para el largo retorno
y la esperanza altiva,
pisando las arenas
de mi mar, en mi playa,
de amadas lejanías…
La potestad de verme
bajo mi piel curtida.
Cuando mi piel
ya nombra
lo largo de mis grietas,
llevo mañanas quietas,
con ansias, ¡siempre vivas!
Sin pedir nada a cambio,
sin trastornar premisas,
imaginando todas
las olas de mi rima…