Desde mi farallón
de ver tormentas,
sin el fanal de auxilio
para escudar mis miedos,
voy trocando las olas
más altas que me llegan,
dejándote menudas
ondas con sus espumas,
irresolutas todas y dispersas.
Esta atalaya sirve
para todo pronóstico,
tan alta que supera
la furia de tus ojos,
endulzando la magia
de encontrarte sin armas
en esa guerra tonta
que me grita tu enojo.
Ya no soy partidaria
de la contienda eterna,
que viene con su diario
olor a inquisiciones.
Quiero vivir la vida
alejada de penas,
sin importar permisos
que le das o le niegas
a mis puntos de vista
o a todas mis acciones.
Porque mi farallón
tiene todos mis años
curtiendose en la playa
marea tras marea,
para alejar las sombras
de las costumbres viejas.