Mayo se desplaza
como si quisiera
terminar la zafra
de la buena tierra.
A veces gimiendo
su latido de aguas,
a veces creciendo
flores en sus galas,
gracias a la vida
que la lluvia lanza.
Entre estereotipos
de gotas en rafagas,
se alegran los montes
con su alegre danza.
Hasta los pericos
aletean con ganas
diciendo las cosas
que solo conocen:
los brillos del alma.
Y yo aquí, tendida,
dentro de mi hamaca,
busco entre las flores
las mejores galas;
sonrió al diluvio,
cuando así declara
la ofrenda a la vida
en poncheras de agua.
Rama y más ramas
meciéndose cantan…
al agua y al viento
¡que siempre acompañan!