Cabizbaja,
tan triste como yo, dentro de mí.
Taciturna,
tan retraída y reservada como yo,
fuera de mí.
Apagada llama
que sucumbe tristemente
a la eterna costumbre de estar triste.
Siempre triste.
Con esa tristeza tonta
que no oye motivos ni corrige.
A pasos,
descubro las sonrisas de los que amo
y vuelvo a preguntarle a mi tristeza,
el por que de un vivir
enquistada en mis miembros,
en mi sombra, en mi estela,
en mis hondos repliegues
negando la conciencia,
poniéndole palabras a mis horas,
llenándome de esclava somnolencia,
gravándome de tristes directrices
cuando puedo vivir de otra manera,
sonriendole a la vida que me entrega
sus momentos sublimes y felices.
Triste,
para nunca torcer
mi brazo de estar triste.