Desde mi propia ventana,
miro mis propios conflictos.
Unos, con extensa calma.
Otros, andanada de gritos
que prosperan a la sombra
con un arrebol no visto.
Desde mi propia frontera,
siento la frontera extraña.
Unos con penas cansinas,
otras son de oscura magia,
incinerando vivencias:
alegres, tristes, amargas.
Desde mis propias angustias,
mido la angustia en los ojos
de aquellos seres que emanan
su vitalidad a escombros,
que van creciendo en el alma
y van sirviendo tan poco.
Desde mi propia penumbra
hago los cansinos versos
que nada ayudan y van
retrocediendo momentos
con cada nueva jornada
y cada nuevo argumento.