Usar la estratagema del olvido
es un olvido tonto, ya olvidado.
Usar las veinte plumas del cisne,
en un silencio abandonado,
es todo una herejía
impostergable y única.
Diluir la gota última del vino
en unas cuantas lágrimas, preciso.
Y cambiar de morada cada día,
argumentando las historias tristes,
es una historia triste y definida.
En cuanto a no tener
indescifrables, alegorías tristísimas
que ya, más nunca acaban,
es escribir vertiendo
las sonrisas y lágrimas,
tan perdidas de siempre
y siempre desechadas.
Usar los límites del tedio
con la tonta apariencia
de los perdidos tiempos
es una estratagema del silencio
perdido y no encontrado
todavía.
Y por nada decir,
siempre posterga
las verdades nacidas
de las grandes ofrendas
al tiempo, o a los espacios
y a la cansina ruta
que nos marca la agenda.
Usar la estratagema del olvido
es olvidar que amamos,
casi siempre, lo mismo.
No importa cuantas puertos
marginados, vuelvan a abrir
sus alas al abrazo
que siempre mantendrá
su viejo abrigo,
gustando siempre
de los viejos lazos…