Para cantar,
te hice de vocablos
que hasta ayer desconocía,
nombré mis inquietudes,
solazando,
todo principio ajeno
a la porfía,
con la notoriedad
de quien se sabe
pobre humano cantor,
dueña absoluta
de sus imposibles.
Sin las ilustres guías
de ilustres magistrados,
yo no se si mi canto
te sirva para algo.
Y yo no sé
si haciendo mi cantar
tan a diario,
se me fue amalgamando
el quiero con el canto.
Me desbordé a mi misma,
negándome a las dudas.
Desnudando los versos,
yo me fui desnudando
y ya no quedan límites
que cuiden mi resguardo.
En este canto sordo
que te persigue a diario.