Y por qué no decir,
amiga mía,
que hace ya tiempo
nuestros sueños se han ido,
como se va a la mar
la plenitud de un río.
Como caminan todas
las estrellas fugaces
muriéndose en su todo
menos en la certeza
de encontrar el camino
para sembrar sus huellas.
Que de solo sentir
que estamos solas
se nos enquista el alma
y, de algún modo,
nuestra sordera alcanza
para sentirlo todo.
Y por qué no decir
que tu estás triste
con la misma tristeza
que yo estoy triste
sin motivos profundos
que a ambas nos acechen.
¿Y por qué lamentar
que estamos tristes,
si esta tristeza es ancha
y nos cobija
como una buena madre
a todos sus retoños?