Yo no tuve
el sabor de tus días
en ese descontento
de las horas heladas
con tu té y tus galletas;
unas macetas vivas
que resguardan la vida,
en donde la certeza
de florecer nacía
en juego de estaciones
perennes y precisas.
Yo no sé, yo no tuve
esas noches tranquilas
donde no hubo murmullos,
ni chácharas, ni risas,
para acosar cortando
tu bostezo infinito.
Yo no tuve,
tus modales amables,
tu juego de oraciones
para cada manana,
con un saludo diario
que incluye la pregunta
sobre el horrible día.
Ni tuve la certeza
de esperar los colores
inciertos en las hojas
cayendo de los árboles.
Ni tuve la elegancia
de modos cortesanos,
ni las mudas de abrigo,
ni los cambios de moda,
ni cambios de estaciones,
ni los cambios de horarios.
Yo no tuve esa historia
plagada de altercados
produciendo un imperio
inmenso, soberano.
Yo tuve un escenario
donde nosotros mismos
peleabamos, en tanto,
la Patria se hacía chica,
desplazando las líneas
de nuestro territorio,
o de nuestros cercados.
Yo no sé, yo no tuve
ese trinar tan alto.
Nuestro mundo era chato
comparado a tu mundo.
Pero aquí se amanece
como amanece America,
Con sus diversas razas
sonriendo temprano,
con el sueño de siempre,
la gracia de gustarnos,
nuestro vestir alegre,
unos gritos tan fuertes
como el sol que amanece
y un azúcar que emana
de todos los abrazos.