Esta página blanca
me pide que le enseñe
a vestirse de versos
como una damisela,
y la transcriba toda,
sin límites de audacias,
poniendo en los designios
las más simples promesas.
Pareciera que busca
sojuzgar el despliegue
de estar sola en mi orilla
sin tentación externa,
que despliegue en palabras
los sentires que lleva.
Ella se queda fija,
en posición de aviso,
dirigiendo mi pluma
para que yo la escriba.
Es precisa, no guarda
ni una letra sumisa.
Y yo, perdiendo toda
mi innoble fortaleza,
le dedico unas líneas
¡para que esté contenta!
Sólo por complacerla,
¡no por rendirle cuentas!