Como quien tiene un imán
para atraer pesares
yo te atraje hasta mí.
Desde mi espectro
no divise las sombras
que cobijan
el halo de tu ser,
me sentí altiva
y pensé en otorgarte
la dádiva
de mi amor iluminado
y no sentí tu sombra
en mi alegría.
Pensé:
tu oscuridad es un velo
que ya no existiría
porque podría rasgarlo
en infinitos trozos
insignificantes…
¡qué absurdo!
Cada ínfimo pedazo
me condujo al abismo.
¿quién soy?
¿quién soy?
La nada resurrecta
de mi misma
tiene una voz opaca
y sin sentido.
La ceniza final
de un mal momento
repetido mil veces
¡tan vencedor y sordo
como mi espacio mudo!